Desearía encontrar la palabra adecuada. A veces poner nombre designa más al que etiqueta que a lo etiquetado, y no quiero caer en esa trampa. A riesgo de que me aguijonee en cualquier sitio, tengo que arriesgarme a poner nombre a esto que me revolotea la cabeza.
Sería la que define una sensación, un juicio de valor a futuro, quizá solo un deseo. Es difícil para un marxista detectarse en sí mismo la fé, y más aún confesarla ante camaradas. Por supuesto que esta irracionalidad pierde fuerza, cuando esta fé se concreta en el poder colectivo del ser humano.
Tengo fé de que este presidio que la Pacha Mama ha impuesto a su más tóxico inquilino, va a darnos la oportunidad de hacer reflexiones en torno a lo verdaderamente importante de la vida y de las relaciones que establecemos a lo largo de ella.
De ahí podríamos extraer, al menos, una conclusión rápida: Ciertos roles de la sociedad, deben ser protegidos por su carácter esencial.
El estado de bienestar alcanzado (a base del sacrificio hecho por la clase trabajadora, prestándose al juego de la competitividad empresarial que trata a nuestra fuerza de trabajo como una mercancía más en la jungla del mercado…), ha servido como adormidera a gran parte de nuestra clase, que ha ido poniendo su foco de interés, allá a dónde el capital decidía… Así las disciplinas que llenaban nuestra cultura, como la música, cine, teatro o deporte, fueron también dejadas de mano del mercado.
Y una vez abierta la veda de las privatizaciones, llamándolas ejercicios de libre mercado (y dale con la importancia del lenguaje…) ya valía todo; incluso jugar a los negocios con la educación y la sanidad.
Si pusiéramos en un árbol lógico de posibilidades, los acontecimientos vividos por nuestro colectivo de trabajadores sanitarios y las potenciales respuestas de este colectivo, habría varias de ellas que podrían estar teñidas de emociones negativas.
Han sido muchos los años de precariedad de nuestros médicos residentes, de falta de reconocimiento de celadores y personal de limpieza, de emigraciones masivas de personal de enfermería a países de todo el mundo, de chanchullos con promotores farmacéuticos, de externalizaciones de servicios como laboratorios, cocina o determinadas pruebas diagnósticas… Esta gente lleva mucho tiempo menospreciada por los gobernantes de los últimos 20 años, por lo menos.
Pero ahora, cuando todo el poder y la responsabilidad recae, de forma evidente ya para todas, sobre los hombros de las personas que habían sido invisibles, el camino en ese árbol lógico que escoge nuestro colectivo sanitario, no es ninguno de esos posibles con revanchismo, sino el del sacrificio, el de la sobreexposición para conseguir nuestro cuidado. El de todas. También de aquellas personas que pusieron en el poder a políticos que fueron muros para nuestra marea blanca. A pesar d ellos, nos inundan sus cuidados. Salvan nuestras vidas.
Como invisibles eran los transportistas, y el personal de supermercado. Este encierro parece que también nos ha llevado a valorar su función.
Con el personal docente no ha variado demasiado el asunto en términos de la percepción por parte de la población, del valor real de su trabajo.
Las familias en general, han sabido siempre de esta importancia, ya que viven de forma directa sus efectos. Las autoridades políticas han sabido siempre de esta importancia, que para ellos ha sido siempre un “valor” , que finalmente acabaron poniendo también al servicio del mercado; a través de la Aneca de forma descarada en la formación universitaria y en el caso de Infantil Primaria y Secundaria, a través de despiadadas leyes educativas, que no han ido paralelas a los avances en pedagogía o psicología, tanto en el diseño de actividades como en la forma de evaluación, ni siquiera en la importancia de los contenidos en la era digital y con el reconocimiento de toda la comunidad científica de un nuevo paradigma con el asentamiento de las teorías de inteligencias multiples…
Esa percepción no ha cambiado demasiado con esta crisis sanitaria.
Y tampoco parece haber variado en el caso de “la otra” etapa de nuestro sistema educativo.
Hablo de la etapa comprendida entre los 0 y 3 años de edad. Nuestra sociedad contemplaba justo antes de esta crisis, que esta era una labor asistencial, y así se invisibilizaba la hermosa labor de las profesionales de este tramo.
Y como al principio de esta divagación, defiendo lo vital del uso del lenguaje.
Al estar tan generalizada la expresión guardería para designar a las escuelas infantiles, ha sido muy fácil para el gobierno de la Comunidad de Madrid, cargarse de dos plumazos el trabajo de estas profesionales, y llevar a miles de trabajadoras al desempleo y el vértigo del “que pasará”.
¡No son objetos a guardar, son seres a educar! A ver si nos vamos poniendo al día en estas reflexiones de confinamiento con este tema.
La forma en la que nos relacionamos con los demás, los primeros ensayos de gestión de nuestros propios sentimientos, las chispas de estimulación que ponen en marcha nuestra psicomotricidad, las vías por las que nuestros aprendizajes de futuro encontraran caminos más cómodos, se asientan en esta etapa; así que respeto a estas educadoras de la vida, maestras de lo esencial.
Tengo fé en que los aplausos de hoy , serán luchas justas del mañana.