En la actualidad, se ha desdibujado mucho la línea entre lo que significa educar y enseñar. Algunas personas suelen creer que la educación empieza en casa, y otras que las escuelas están para educar, pero, ¿hasta qué punto llegaríamos con estas afirmaciones?, ¿debemos usar la escuela como ayuda para formar en sociedad o delegar ese aspecto exclusivamente a madres, padres o tutores? Al final a los niños y niñas los educa su entorno, y en ese entorno, entran todos los referentes adultos con los que el niño o niña interactúa, ya sea una madre, un abuelo, un amigo cercano o en la escuela.
Convivimos con circunstancias especialmente difíciles y complicadas en esta profesión, y ahora, además, hay que sumar una pandemia. Hemos tenido que hacer verdaderos malabares para adaptarnos a las clases. Profesores y profesoras se han visto completamente olvidados y desprotegidos en este nuevo curso escolar, sin medidas claras y concisas a realizar, sin protocolos, sin poder sustituir a un profesor o profesora que enferma y sin los medios necesarios para garantizar las clases virtuales a todos los alumnos y alumnas. La Comunidad de Madrid se fue de vacaciones y olvidó estudiar su asignatura pendiente para septiembre: la educación.
Pero no quería centrarme únicamente en los problemas que ha traído el covid, sino en los que ya existían y la pandemia ha intensificado.
Maestros y maestras se han enfrentando desde siempre a muchísimos obstáculos: el problema de los ratios altos no es nuevo. Y no solo es malo porque existe un virus. Treinta niños y niñas por aula para un solo maestro o maestra no nos puede garantizar que esos alumnos y alumnas estén íntegramente atendidos en lo que al estudio se refiere. La escasez de personal de apoyo, la baja remuneración, la falta de oportunidades para su desarrollo profesional, el trabajo extra laboral al que se enfrentan y los problemas a la hora de despertar interés en los alumnos y alumnas conlleva que, resultado de estas, podamos obtener unos docentes desmotivados.
¿Es grave? Sí, pero si además añadimos un sistema educativo obsoleto, basado en técnicas de estudio de hace treinta años, la falta de preparación y recursos y el ataque constante de la Comunidad de Madrid a la enseñanza pública, a la que lleva años empeñada en ahogar, el problema se intensifica aún más
La educación es un derecho fundamental de niños y niñas. Una educación en igualdad, libre de clasismo, racismo, machismo y segregación por sexo, laica e inclusiva no debería ser objeto de debate en estos tiempos, independientemente de en qué tipo de escuela nos encontremos, la base ha de ser la misma. Como ya argumentó un camarada: «La libre elección de los padres no puede ir en contra de los derechos de los niños y niñas».
Necesitamos renovar el sistema educativo y adecuarlo a estas nuevas generaciones. De hecho, debería estar en continuo estudio y adaptación.
En esta renovación el papel más importante es el de los maestros y maestras. En ellos y ellas se encuentra el interruptor que activa el cambio. Un botón que sirva para potenciar la empatía y desactivar el egoísmo, que acabe con el aprendizaje por memorización y así promueva la curiosidad y la participación de alumnos y alumnas en las clases, que modifique el enfoque de esos profesores y profesoras que se aferran al temario y a evaluar según la nota de un examen, sin saber si, aunque hayan aprobado, lo han entendido. Necesitamos asignaturas que hable de la educación sexual y emocional y como poder gestionarlas para poder reducir la violencia en las aulas y en la sociedad en general.
Desactivar de una vez esa máquina llamada capitalismo, encargada de crear más engranajes humanos para producir, y empezar a desarrollar personas empáticas, con valores y curiosidad por aprender, respetuosas con la diversidad del ser humano, con los seres vivos y con el planeta, debería ser el punto de partida.
No quería dejar pasar la oportunidad de otorgar mención a mi gremio, el de la Educación Infantil de 0 a 3 años, una etapa importantísima y muy poco valorada tanto por la sociedad como por el sistema. En estas escuelas se enseña, se educa y se evalúa. Son clases programadas y, previamente estudiadas, con el fin de desarrollar al máximo las capacidades físicas, psíquicas, sensoriales y motrices de nuestros niños y niñas, así como desarrollar hábitos de higiene personal y salud alimentaria de los más pequeños.
Es la base de lo que serán y harán mañana. No somos únicamente escuelas asistenciales, requerimos y ofrecemos la misma preparación y cuidado que cualquier otro nivel de enseñanza.
Dicho todo esto no podían faltar los elogios para todos esos maestros y maestras, profesores y profesoras, que se siguen levantando cada día con ganas de trasmitir conocimiento, de ayudar a encaminar a esos niños con problemas, ya sean más pequeños o adolescentes. A esos maestros y maestras que se emocionan con cada pregunta y cada duda resuelta, que les encanta ver y comprobar cómo se van llenando de ilusión esas cabecitas, de las sonrisas que provocan con un juego o una canción, de cómo consiguen que un alumno supere los cursos año tras año.
En nuestras manos está el futuro como sociedad, no conseguirán tumbarnos. Por nosotras y nosotros, pero sobre todo por ellos, nuestros niños y niñas.
Sandra Rivero García
Maestra