Parece una evidencia decir que la representación sindical en España no estábamos entrenadas para actuar durante una pandemia, ante la mayor crisis sanitaria mundial vivida en los últimos 50 años en Europa. Hemos vivido huelgas sectoriales, de empresa, generales, encierros, procesos de desindustrialización, exilio económico, represión en manifestaciones,… pero no hemos vivido crisis sanitarias y ni tan siquiera aunque nos dijeron que no había que caer en el alarmismo, imaginábamos que pudiéramos estar en una situación similar. Aunque ya vinieramos avisando de los problemas que suponía la privatización y los recortes en la sanidad pública que durante estos últimos años hemos ido sufriendo.
Esta especie de ingenuidad es producto de la hegemonía ideológica y cultural que impera en occidente. Pensábamos que eran cosas que ocurrían muy lejos de nuestras fronteras, o de nuestro entorno más cercano, en esos países mal llamados del Tercer Mundo. Nuevamente se demuestra que no hay fronteras, ni para la explotación ni para los virus.
Los dos compañeros que escribimos estas líneas, somos trabajadores con funciones sindicales en nuestra ciudad, hemos participado de multitud de movimientos y movilizaciones, podemos decir que teníamos experiencia en situaciones muy diversas. Pero como decíamos jamás nos habíamos enfrentado a esta situación que nos ha llevado a un Estado de Alarma.
Aunque parezca redundante, esta crisis no sólo nos ha superado a nosotros, sino que ha superado al conjunto de la sociedad, entidades, partidos, administraciones a nivel local, regional, estatal o europeo.
En lo concreto, durante toda la crisis la tarea sindical ha supuesto intentar dar respuesta a las demandas de la plantilla, según iban avanzando los acontecimientos, que ante todo pedían seguridad para trabajar. En un inicio y ante el anuncio de cierre de los centros educativos nos enfrentamos al gran problema que tenían las familias trabajadoras que no tenían forma de hacerse cargo de los cuidados de menores. Ante esa problemática actuamos rápido y conseguimos negociar un permiso retribuido durante el tiempo que durara el cierre de los centros para quienes pudieran acreditar la situación de imposibilidad de hacerse cargo de sus menores. Resolvimos el primer obstáculo. Siendo un gran ejemplo a seguir entre otras empresas relacionadas o no con nuestro sector.
Pero una vez superada esta situación, llegó una escalada de acontecimientos que nos impidió planificar los siguientes pasos. En una especie de mezcla de esperar a que las autoridades sanitarias decretaran las medidas a seguir para intentar su aplicación adecuada en nuestra empresa, pero también de intentar adelantarnos a lo que veíamos que pasaba en otros países. Todo esto, como os podéis imaginar, con la propia crisis vital, de nerviosismo que sufrimos el conjunto de la plantilla. Intentando resolver todas las dudas que tenían desde primer hora de la mañana hasta pasada la media noche, sin descanso alguno.
Es en esta primera semana de Estado de Alarma donde sufrimos más colapso en la acción sindical. Desde el Comité de Prevención y Salud se realizó la propuesta de medidas para rotar en la plantilla presencial, el teletrabajo en administración, dejar de utilizar determinada maquinaria, uso de guantes de nitrilo,… todo esto que se solicitaba en base al momento concreto se hacía a la vez que la plantilla entendía que había que ser más contundentes y debería haber una paralización de la actividad productiva que el Gobierno de España no realizaba.
En la primera semana de Estado de Alarma se consiguió llevar a cabo las peticiones sindicales: se crearon permisos retribuidos para mayores de 60 años, para personas con patologías, o para personas con familiares con los cuales se convive y tienen patologías graves, reduciendo de esta manera casi al 50% la plantilla junto a los permisos anteriores. Sobre este 50% se propusieron rotaciones para disminuir la conglomeración de personal. Se garantizaron medidas preventivas. Se implementó el teletrabajo,…. aún así, la sensación de inseguridad que se percibía en el conjunto de la sociedad la seguíamos teniendo. Seguramente no conseguimos la rotación que nos hubiese gustado, ni que empezara a aplicarse con la rapidez que queríamos, pero una vez pasadas las semanas hemos comprobado como todas las recomendaciones que realizaba Sanidad las aprobamos aunque no fueran de obligado cumplimiento. Una vez pasadas las semanas pudimos comprobar como en otras empresas del sector los mayores de 60 o con patologías seguían yendo a trabajar aunque fueran población de riesgo, o como se imponían vacaciones o permisos no retribuidos. La fortaleza sindical demuestra que se puede conseguir mejoras laborales, y que es necesaria.
La labor sindical durante estas semanas ha sido dura. Discusiones entre nosotras por el estrés generado, y discusiones con la empresa para ser más rápidos en la toma de decisiones, dado que las medidas que se pedían se aplicaban pero no en el tiempo que nos hubiese gustado. Una vez se endureció el Estado de Alarma y se paralizó determinados sectores productivos, hemos garantizado que se cumpliera el decreto entorno a los servicios esenciales y los que no lo eran.
Independientemente de las medidas estaba claro que la pandemia era algo que nos iba a afectar colectivamente, como una piedra contra la estructura cultural de seguridad occidental. Nuestra función sindical no puede quedarse solamente en tomar medidas urgentes para garantizar la prevención sanitaria, es necesario que ayudemos a una reflexión más profunda entorno a qué tipo de sociedad queremos tener.
Como escribe Daniel Bernabé en su artículo “la propagación del coronavirus por Europa contra la narrativa centroeuropea derechista” y tras pasar varias semanas que nos permiten analizar con más calma, España ha sido el país europeo “en tomar las medidas más contundentes respecto al contexto que se estaba dando”. Obvio que sabiendo todo lo que se sabe a día de hoy, la mayoría del país hubiésemos paralizado el país desde la primera semana, incluso por los debates en el Consejo de Ministros parece que una parte importante del mismo lo comparte.
Pero esto qué es importante, no lo es tanto cuando a la inseguridad propia de una pandemia le sumamos la constatación de la precariedad que vivimos como país. La sanidad madrileña ha sido destruida durante años de políticas neoliberales de la derecha madrileña (actualmente hay más hospitales privados que públicos en la Comunidad, y la pérdida de camas y profesionales es algo evidente); nuestro país no es capaz de producir lo necesario para poder subsistir y tiene que pujar internacionalmente por productos que podrían ser fabricados en España si no se hubiese desindustrializado el país durante las últimas décadas por parte de todos los gobiernos; la crisis de cuidados que supone cerrar los centros escolares o la situación de las residencias de mayores mayoritariamente privadas en Madrid ha puesto sobre la mesa la precariedad vital en la que nos encontramos; el rechazo de los países ricos de la UE en ayudar a los países del sur europeo, y la visualización de que China y Cuba son garantía de solidaridad frente a la mentalidad de los países del norte en un gran ejemplo tanto de lo que Max Weber plasmó en “La ética protestante y el espíritu de capitalismo” como lo que supone el internacionalismo proletario.
Esto nos lleva a seguir defendiendo la concepción del sindicalismo de clase sociopolítico que crearon dirigentes comunistas como Marcelino Camacho. No un sindicalismo corporativista que se preocupe por colectivos determinados de trabajadores/as de forma aislada, o sindicalismo de empresa que se queda meramente en las condiciones concretas de su tajo. Es necesario hacer sindicalismo sociopolítico de clase, que se preocupe por todos los aspectos de la vida en donde sufrimos explotación y precariedad la clase trabajadora, en los centros de trabajo, por barrios dignos donde vivir, por servicios públicos como la educación y la sanidad de calidad,… en definitiva, desde el sindicalismo de clase debemos ayudar a una gran reflexión colectiva entorno a cómo conseguir una vida que merezca la pena ser vivida.
«Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversas formas el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo». (XI Tesis sobre Feuerbach, 1845.)
Gustavo Vilaboy (jardinero) y Raúl Martínez (operario de mantenimiento). Sindicalistas en Rivas Vaciamadrid